La sequía no deja títere con cabeza, o si no que se lo pregunten a los apicultores españoles en problemas para cubrir costes este año. “Las abejas se vuelven locas si viven un verano eterno”
Campaña amarga para los apicultores. Las temperaturas extremas están asfixiando a las abejas y vaciando las colmenas en uno de los peores años que se recuerdan, con caídas de producción de entre un 40% y un 50% respecto a la temporada anterior. “Muchos compañeros no han sacado ni una sola gota de miel”, sostiene el responsable de apicultura de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), Ángel Díaz.
No hay cuerpo que aguante 35 grados a finales de octubre en regiones como Andalucía o Extremadura, y menos el de una abeja. “Son insectos muy sensibles a las temperaturas extremas. Su rendimiento es nulo y las enfermedades proliferan con el calor. Muchos mueren agotados por este verano eterno”, explica Díaz. Las asociaciones consultadas por este periódico estiman una producción de miel de entre 15.000 y 18.000 toneladas en 2017 frente a las 32.000 toneladas de media otros años. Según el Ministerio de Agricultura, la cifra ascendió a 31.018 toneladas en 2016, si bien todavía no hay datos ni avances referentes a 2017.
No obstante, el dato es mucho peor si ponemos el foco en regiones como Extremadura. “Ha sido un desastre total. Este año no llegamos ni a las 2.500 toneladas de miel cuando lo normal es producir unas 6.500”, indica Antonio Prieto, apicultor y portavoz de UPA. Andalucía, Castilla y León, Galicia o Aragón también se han visto azotadas por la falta de lluvias y el calor, un hecho que ha afectado sobre todo a las mieles multiflorales y en menor medida a las monoflorales (romero, tomillo, azahar, eucalipto…), más escasas y valiosas.
Prieto destaca la gran mortalidad de las abejas este verano ante las altas temperaturas y la falta de alimento. “Hemos tenido 50 días con más de 40 grados en Extremadura. Casi el 30% de las colmenas de cada explotación han muerto”. Eso sin contar con la presión de un intruso inesperado: el abejaruco. Este ave migratoria -que un día estuvo en peligro de extinción- hoy hace guardia en la puerta de las colmenas para pegarse un buen festín.