Las investigaciones genéticas pretenden incorporar nuevas variedades agrícolas / Corteva
Alberto Ojembarrena, director de Márketing de Corteva Agriscience, defiende la aplicación del conocimiento en los procesos bioquímicos de las plantas para favorecer la producción de alimentos y garantizar su calidad, en base a las exigentes normas de trazabilidad de la seguridad alimentaria.
Las plantas que cultivan los agricultores de hoy son distintas a las que trabajaban sus abuelos, ya que la investigación tecnológica ha irrumpido de lleno en los últimos años, con el objetivo de mejorar la productividad y la calidad de los alimentos que consumen millones de personas en todo el mundo.
Las nuevas técnicas, en base a la mejora genética vegetal, permiten maximizar los rendimientos, ahorrar en los inputs y multiplicar la producción agrícola, con el fin de abastecer las crecientes necesidades humanas.
Alberto Ojembarrena, director de Márketing de Corteva Agriscience, defiende la aplicación del conocimiento en los procesos bioquímicos de las plantas para favorecer la producción de alimentos y garantizar su calidad, en base a las exigentes normas de trazabilidad de la seguridad alimentaria.
Ojembarrena celebró el Día Mundial de la Alimentación en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos (ITA) de Ciudad Real, dentro de la I Semana Universitaria de la Mejora Vegetal, organizada por la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove), en la que dio a conocer las gamas de productos y proyectos científicos que desarrolla la compañía dedicada a la ciencia agrícola en España.
Demanda en aumento
Los recursos son cada vez más escasos y la demanda alimentaria va en aumento, argumenta, por lo que “la innovación” se ha convertido en una de las principales soluciones para “obtener variedades vegetales” novedosas en cultivos extensivos como el maíz, el girasol o la colza.
Cada año se incorporan no más de 10 variedades nuevas en España, tras lustros de investigación en las transformaciones e inversiones millonarias por cada una de ellas. Una labor que para Ojembarrena pone de manifiesto “la importancia” de la ingeniería genética como herramienta principal de “mejora de los cultivos vegetales sin reducir sus cualidades nutricionales”.
Ejemplo de ello es el centro de investigación que la multinacional tiene en Sevilla (Pioneer), una fábrica de germoplasma, entre otros productos, de donde salen anualmente del orden de 30.000 variedades, y que tras años de labor científica llega al mercado una cifra mínima, tras el cribado protocolario realizado para encontrar las que se adapten “perfectamente” a los clientes de distintas latitudes del mundo.
Esta línea de investigación, principal para la empresa, se centra en desarrollar semillas y plantas con “más productividad por hectárea, más resistencia a las plagas y menores costes de producción”, para poder hacer frente a la demanda de los 9.000 millones de personas que se prevén vivan en el mundo en 2050.
Fuente: https://www.lanzadigital.com