El huerto de Adelfas fue uno de los pioneros en Madrid y, como tantos, se montó mediante la acción de una ‘guerrilla ecológica’ y de manera totalmente informal. En 2009, un grupo de vecinos con conciencia medioambiental compraron unos sacos de tierra y plantaron un puñado de semillas en un terraplén desocupado, junto a las vías. El proyecto fue creciendo (“los jubilados se acercaron y fueron los que nos enseñaron a hacer las cosas al principio”) y recibió impulso con la fiebre de la comida orgánica, que ya empezaba a extenderse por España. En 2014, después de varias peleas, consiguieron que el Ayuntamiento cediese un terreno a la Asociación de Vecinos y se mudaron allí.
Es una historia común. Los huertos urbanos se han multiplicado por diez en la última década y ya son cerca de 20.000, cifras aún muy por debajo de las de otros países industrializados. Aunque cada vez cuentan con más apoyos dentro de municipios e instituciones, su existencia ha provocado reacciones contradictorias en los últimos tiempos. Dos recientes artículos publicado en ‘Magnet’ (este y este) inspirados en el trabajo del biólogo Andrés Rodríguez Seijo, doctor por la Universidad de Vigo, inciden en que no sólo no son más saludables que la agricultura industrial que desemboca en los supermercados, sino que entrañan riesgos serios para la salud, especialmente entre los niños.
Vía: “El Confidencial”.