Dos genes fueron fundamentales para que hace 10.000 años pudiéramos domesticar al trigo salvaje. ¿Podremos hacer ahora que resista mejor al clima del futuro?
Hace ahora unos 10.000 años comenzó el proceso de domesticación de una de las especies más importantes en el desarrollo de la historia de la humanidad: la del trigo. Nuestros antepasados aprendieron por entonces que unas variedades de cereal eran más convenientes que otras a la hora de cultivarlas, ya fuese por su resistencia, la cantidad de grano que producían o lo fáciles que eran de cosechar.
Ese proceso fue “absolutamente intencionado”, asegura a Teknautas Assaf Distelfeld, investigador de la Universidad de Tel Aviv. “Aquellas personas probablemente no eran menos inteligentes de lo que somos nosotros hoy, y aprendieron cómo seleccionar las mejores plantas y cultivarlas al año siguiente. Este es el principio básico de la mejora”.
¿Qué características fueron las que interesaron y favorecieron a nuestros antepasados? ¿Y qué huella dejó eso en el genoma del trigo que hoy comemos? Eso es lo que han analizado Distefeld y su equipo en una investigación publicada en la revista Science, y una de sus conclusiones es que hubo dos genes, dos en concreto, que fueron especialmente relevantes en la domesticación del trigo. “Las mutaciones en dos genes son responsables de la forma en que los humanos hemos cosechado el trigo en los últimos 10.000 años, ya que afectan a la facilidad con la que se deshacen las espigas”, explica Distefeld.
Fuente: “El Confidencial”